Rebuscando otra cosa me encontré tu regalo. Como lo plastificaste entonces, sigue intacto. Me describías en pocas palabras, muy bien elegidas y sin embargo, estoy segura que no las elegiste. Solo dijiste. Solo pensaste y lo escribiste. Era hermoso entonces porque me hiciste creer que yo era eso. Y quizás lo era y por eso lo dijiste, tú que tanto amas la verdad. Pero hoy, cuando lo encontré entre las páginas de un libro, tuve que hacer memoria para comprender a qué te referías. Lo encontré muy rápido, entre mis recuerdos, pero tuve que hacer ese ejercicio memorístico para comprender a quién le decías las palabras escritas. Ahora ya no soy eso. Soy otra cosa, tan otra como cualquier otra, siguiendo el camino o conformando el camino como los adoquines que un día son puestos en la calzada y relucen para después llenarse de tierra y aplastarse. Y sin embargo, todo está en su sitio, en su perfecta unión. El amor es extraño. No puede uno comprender cómo se transforma tanto y sigue viviendo de la manera en que lo hace. Supongo que es justamente eso. La convicción racional de lo incomprensible.