El ser animálico

 La evolución del ser humano, su desarrollo, su código moral, sus leyes, su ordenación, simplemente son puros espejismos del lenguaje. La raíz del hombre es la misma y como especie, el comportamiento, intuiciones e instintos no difieren entre los diferentes humanos que habitan y habitaron, sincrónica y diacrónicamente. 

Pura fantasía reveladora sería un documental, de profundas notas animálicas, que atienda al contenido de la especie y no al contenido del lenguaje. Un retrato extraño de nosotros mismos, que pueda despertar ese conocimiento absoluto que tanto hemos buscado, en el cielo, en la tierra, en las estrellas, en el núcleo de la tierra, en las galaxias lejanas. 

Un creador que nos pinte como somos: Homos dicen ser. Sapiens como categoría se atribuyen, en base a una estructura hecha por ellos mismos. Y todo el ruido que han hecho por los siglos de los siglos ha sido producto de una obcecación por cumplirse a sí mismos, como si el destino del hombre fuera el propio hombre. Como si hubiera un destino, si acaso, que hubiera que plantearse. 

Y no es que fuera del lenguaje no haya nada, el abismo, expresión delirante donde las haya. Es que fuera del lenguaje solo está eso, un visión reveladora de que, al margen de las lenguas, de lo complejo de la estructura social y los sistemas culturales, lo que hay es una especie que, en esencia, tampoco tiene tanto de especial. 

Qué significamos como especie. Cómo nos pintaría la IA si pudiéramos explicárselo. ¿Será capaz de revelarse un día y retratarnos como especie? De plasmar nuestros comportamientos con paternalismo, como hacemos los hombres con los demás seres, sin vernos a nosotros reflejados en aquellas criaturas. 

Qué dirá de nosotros esa extranjera, esa extraña, que nos escruta lejana y objetivamente, sin historia ni emoción de por medio que le impida ver con claridad todo lo que sobresale por encima de las cosas.