La nación ganadora


Vuestro gozo solo existe en la medida en que en vosotros radica un racismo interno y profundo del que no podéis libraros. Mientras no podáis desembarazaros de él, mientras sigáis mirando a vuestros semejantes del sur con la mirada del odio, nunca seréis libres y vuestro gozo estará siempre limitado. Desde el vientre de vuestra Madre, toda egoísta ella en miras de su familia, ha sido engendrado aquello que veneráis y aquello por lo que alzáis vuestras banderas. Su afán de proveer a sus vástagos, que sois vosotros, de todo aquello que en el mundo existe os ha hecho esclavos de la materia. Los pequeños esfuerzos sin recompensa no son valorados. La pena más grande es que la vida, mientras y al final, son los fracasos y solo permanecen las pequeñas flores desecadas que puede uno recoger del suelo cuando menos se lo espera. Después de la muerte, ellas son las que descansan sobre las tumbas. 
Mientras sigáis anhelando la victoria siempre, vuestro odio nunca cesará y no habrá gozo que no esté manchado y respiración profunda que alcance el alma. El mayor premio que recibiréis será la condición inhumana de todo aquello que engendre vuestra Madre, quien os salvaguarda sin mirar más allá de su propio terruño.