Uno siempre está solo, pero a veces está más solo. Y hay días en que descubres que nadie va a venir. Que aunque vinieran, ni siquiera estarían. Que se te ha metido dentro la soledad, que no es nadie realmente. Por eso nadie seca tus lágrimas y solo te abraza el oxígeno intangible que te rodea y que te mantiene con vida.
No queda nada ya.